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domingo, 5 de diciembre de 2010

El canto de la sibil·la (Bartomeu Bestard)







El tradicional canto se inició en el siglo XIII.En la antigüedad existieron unas ancianas consideradas grandes sabias, a las cuales se les atribuyeron conocimientos proféticos. Esas mujeres fueron conocidas como sibilas. Su historia es de las más oscuras y complejas. Sus orígenes se hunden en las edades más antiguas de la humanidad. Aparecen documentadas en el siglo VI a.C. y con el paso de los siglos fueron ganando fama por sus predicciones y predicaciones, tanto sociales como políticas. Todo el mundo las consideraba seres especiales, pues les atribuían dotes sobrenaturales de inspiración divina. Las sibilas se mantenían vírgenes, tenían fama de esquinadas y, al mismo tiempo, eran apasionadas. Los romanos creyeron que su inspiración les procedía de Apolo, por lo que se les atribuía la virtud de poder emitir oráculos.
Diez son las sibilas que se han conocido desde los tiempos antiguos, la mayoría provenientes del mundo griego y oriental. Las más famosas fueron: la de Marpesos, en Anatolia; la de Delfos, en Grecia; o la de Tibur (Tívoli). Aunque, la sibila que se convirtió en oráculo nacional de los romanos fue la de Cumes. De origen griego, se romanizó convirtiéndose en la sacerdotisa de Apolo. Su personalidad fue descrita por Virgilio en la Eneida. Otra de las sibilas, la que nos interesa, fue la africana de Eritrea que aparece en un antiquísimo acróstico griego.
Desde los inicios, el cristianismo adoptó a las sibilas integrándolas en su iconografía y literatura. Por ejemplo, en el caso de la iconografía, Eritrea fue una de las cinco sibilas bíblicas que Miguel Ángel pintó en la bóveda de la Capilla Sixtina. En la literatura, los primeros cristianos atribuyeron a la sibila de Eritrea profecías sobre la Parusía, es decir, el advenimiento de Cristo sobre la tierra y la ejecución del Juicio Final. Gracias a Eusebio de Cesarea, que recuperó el acróstico griego en su Oratio Constantini, San Agustín la pudo incluir posteriormente en el decimoctavo libro de su obra La Ciudad de Dios. Cinco siglos más tarde, en las celebraciones navideñas, se introdujo un drama litúrgico musicado en el que se representaban a diversos profetas históricos que anunciaban los vaticinios mesiánicos. Entre esos profetas se encontraba la sibila de Eritrea, que cantaba el Iudicii signum. En el siglo XIII la letra se tradujo al vulgar en diferentes lugares de la Cristiandad: en la península Itálica, en Castilla, en Occitania… en Cataluña y por extensión en Mallorca. En aquellos tiempos, el éxito que tuvo el canto de la Sibil·la en la hermanada cultura catalano-occitana fue enorme.
En el siglo XVI, tras el Concilio de Trento, la mayor parte de la teatralidad litúrgica medieval fue desapareciendo. En pleno siglo XX, el canto de la Sibi·la sólo se seguía cantando en dos diócesis europeas: en la de Mallorca y en la del Alguer, en la isla de Cerdeña. Miquel Batllori dijo en cierta ocasión que Trento no llegó a entrar del todo en el reino de Mallorca. Ello explicaría, en parte, el motivo por el cual se ha podido conservar el canto medieval. José Carlos Llop, en un reciente e interesante artículo en DIARIO de MALLORCA, expone los motivos subyacentes en la mentalidad mallorquina que explicarían la perseverancia de los isleños en mantener durante siglos esta bella pieza de la liturgia pretridentina.
Sea como fuere, lo cierto es que los mallorquines se han preocupado durante siglos de mantener vivo el tradicional canto de la Sibil·la de la Misa del Gallo. Incluso en épocas adversas, como en 1955, en plena efervescencia del desarrollo turístico, momento en que nuestros padres se mostraban embelesados por todo aquello que llegaba de países más "avanzados", al mismo tiempo que provocaba un cierto complejo y desdén, por nuestras costumbres, el músico Joan Maria Thomàs publicaba un artículo en la revista Papeles de Son Armadans reivindicando el canto de la vieja profecía. Thomàs, desde 1933, con la Capella Tradicional de Mallorca, revitalizó el canto de la Sibil·la, introduciendo detalles sacados de sus recuerdos e informaciones orales de personas mayores que él mismo se había dedicado a recoger. En cuanto al texto —la letra del viejo cántico goza de varias versiones—, fue el cronista de la ciudad, Joan Muntaner, quien le mostró una versión inédita que el músico mallorquín incorporó a la celebración. Gracias a personas como Thomàs, la fiesta se ha mantenido arraigada en toda la isla.
Recientemente, la Unesco ha incluido el canto de la Sibil·la en su Lista Representativa de Patrimonio Cultural Inmaterial, dándole así un importante reconocimiento internacional. Con júbilo se ha acogido la noticia tanto por los que creen como por los que no creen en el Juicio Final: Jesuscrist, Rei universal/ home i ver Déu eternal, /del cel vindrà per a jutjar/ i a cada u lo just darà.
BARTOMEU BESTARD (Cronista oficial de Palma)
Diario de Mallorca 5.12.2010

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