Notícies de la Casa pairal dels mallorquins. Pregar a la Cambra santa. Teologia i espiritualitat de la Moreneta de Lluc.

sábado, 5 de marzo de 2011

Un museo de altura, el de Lluc (G. Llompart)

Está claro que el Museo de Lluc se encuentra a muchos metros de altura respecto del Raiguer, pero no es a esta altura a la que nos referimos, sino al nivel del contenido, al surtido de las instalaciones y al acierto de la presentación.

No hay turista ni -sobre todo- mallorquín que imagine encontrar en la altura de la sierra una colección de la calidad del Museo de Lluc y ésta es la razón por la cual es mayor el número de visitantes extranjeros que el de naturales el que sube las escaleras que ascienden desde la puerta de la iglesia al museo propiamente dicho. El caso es que los turistas van guiados por las agencias y éstas son las que les advierten de la existencia del Museo. Pero los mallorquines que deambulan por los corredores del convento echan una mirada a los carteles orientadores y simplemente piensan: «¿Acaso de Nazaret puede salir cosa buena?». Y a otra cosa.

Pues a otra cosa va el titular de arriba, a llamar la atención sobre el alto nivel que ha alcanzado burla burlando el Museo de Lluc. Quien quiera hacerse una idea del pasado tradicional de Mallorca tiene que subir indefectiblemente a Lluc. En proceso de restauración como se encuentran los Museos de Muro (tradiciones populares y etnología) y Mallorca (gran arte local y nacional) que pueden ofrecer una visión de conjunto de la historia cultural de la lsla, la verdad es que hay que revestirse de coraje y subir a la Serra de Tramuntana. Y al llegar allí subir otra vez a un tercer piso y a unos porches para acceder a nuestro ponderado museo. Este encaramado es también culpable del enmascaramiento actual del mismo.

Porque hace medio siglo, cuando en ningún santuario había colecciones que visitar, había en cambio indefectiblemente en ellos «la sala dels exvots» que reunía las ofrendas hechas a la advocación de turno y que eran admirados por los peregrinos a continuación de la veneración de la imagen. Recuerdo perfectamente la exposición de exvotos de Lluc que antiguamente estaba dispuesta en el arco anterior al patio interior, bien defendido por unas rejas.

El cambio de «Sala de exvotos» a «Museo» tengo para mí que sobtevino como consecuencia de los hallazgos arqueológicos realizados en las montañas vecinas. Tengo un recuerdo singular de mediados del siglo pasado cuando se realizaban las excavaciones en la cueva de la Cometa dels Morts en el predio de Menut. Había que ver a los seminaristas del santuario y a su maestro, el padre Cristóbal Veny, vestidos con unos sobretodos inverosímiles, sacando espuertas de barro y cal de la sima. Eran los tiempos en que los seminaristas tenían que vestir continuamente la sotana o un sustituto para los deportes o el trabajo. Si no me equivoco fueron los estudiantes jesuitas de la India los primeros que consiguieron ser liberados para jugar al tenis, se non e vero e ben trovato. Aquí entre tanto seguíamos levantándonos los faldones de la sotana para chutar un gol.

Todo esto cambió. Costó tiempo y trabajo. El padre Cristóbal Veny fue durante veinte años bibliotecario del Museo Arqueológico Nacional. Se restauraron las piezas arqueológicas. Se valoraron y recogieron cuadros y bordados, se restauraron los exvotos, intervinieron benefactores como A. Mulet, se consiguió una colección de piezas púnicas de Ibiza, se reunió una notabIe colección de nacimientos. En fin, para qué seguir. Vayan y vean.

En estos últimos años los superiores de Lluc tuvieron la feliz idea de buscarse una directora que pusiera en orden las colecciones del Museo ya reunidas. Elvira (González) Gozalo, actual directora del Museo del Calzado de Inca, hizo una labor magistral en la organización del material. Ella me llamó varias veces en los pasados años para que viera cómo quedaba la nueva disposición. Y yo como estatua de sal no respondí a sus repetidas invitaciones. Pereza de un peatón empedernido. Ahora hace poco he subido a la sierra de Lluc y a los pisos del Museo. Y he quedado muy satisfecho. Así que esta columna quiere dar fe de la excelencia de un Museo con el cual de momento la Iglesia suple, en miniatura -pero bella miniatura- las insuficiencias momentáneas de las colecciones del Estado. Suba, amigo, a las alturas de Lluc y comprobará que de Nazaret puede salir cosa buena.

Gabriel Llompart, de la Real Academia de la Historia

Última Hora, 4.3.2011

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